Pasaron unos días, y yo no salí de casa. No podía parar de
pensar en lo que me dijo Bianca, no sabía que hacer. Pero a pesar de eso,
llamaba a Ariadna varias veces cada día, y cada vez había más buen rollo entre
las dos. No quería que lo pasara mal, así que yo me encargaría de que se
despejara. Un día fui a verla. Le compré un lirio; era su flor favorita. Llegué y nada más verla se lo di. Su cara de
sorpresa me hizo ver en ella a una Ariadna diferente, tenía ojeras, el pelo
recogido y el rímel corrido, pero a pesar de eso, la veía preciosa. Su expresión me transmitía una sensación
extraña pero agradable, era como un rayo de sol en medio de una tormenta.
Desayunamos juntas. La llevé a la cafetería donde siempre desayunábamos antes
de ir a clase.
- - Me gusta este sitio – me dijo.
- -A mí también, me recuerda a cuando entrábamos
aquí por las mañanas heladas de frío.
- -¡Sí! Eran geniales esos días.
- -Pues la verdad es que sí..
Nos quedamos mirando. No tuvimos que mediar palabra, sabía
perfectamente lo que me quería decir: te quiero.
Y me plantó un beso.
Así, sin más. Me quedé parada unos segundos, pero al fin pude reaccionar.
Me dijo que quería que todo fuese como antes, pero que después de todo nada lo
sería. Lo peor es que tenía razón, hiciera lo que hiciese, no podía borrar lo
que había hecho, pero le dije que a pesar de todo yo haría lo que pudiese para
que fuese igual que antes.
Ese día lo pasamos bastante bien, por la tarde fuimos al
cine, y después la dejé en casa de Valentín.
Volviendo a casa, me crucé con Bianca, pero ella no me vio.
Estaba con algunas amigas suyas; la veía
reírse y eso me hacía sentir bien; al menos no estaba mal. Y de repente todo volvió a mi mente. Era una
difícil elección. No podía elegir entre Bianca o Ariadna, ya que ambas me
hacían sentir amor. En medio del camino yo me encontraba sola y a oscuras, sin
saber bien qué hacer. Llegué a casa y decidí llamar a Valentín:
- -Hola, Valen.
- -Hey, Celeste, ¿qué tal?
- -Bueno, bien. ¿y tú?
- -Bien. ¿qué ocurre?
- -Es Bianca… el otro día me dijo que tenía que
elegir entre ella o Ariadna.
- -¿En serio?
- -Sí…
- -Qué fuerte. ¿Y qué vas a hacer?
- -Llevo muchos días pensando, y todavía no tengo
ninguna idea clara. ¿Qué crees que debo hacer?
- -No lo sé… es una situación bastante complicada,
la verdad.
- -Sí, lo sé…
- -Lo que todo el mundo diría es que pusieras una
balanza, y que pusieras en cada una las cosas que han hecho por ti y lo que has
vivido con ellas, pero yo pienso que es una auténtica bobada. El corazón manda,
Celeste, así que haz lo que él te diga.
- -Entiendo…
- -Pero no te presiones, ni intentes quedar bien
con nadie.
- -Lo sé, haré lo que me has dicho.
- -Bien.
- -Oye, ¿cómo está Ari?
- -Pues la noto mucho mejor estos días… está más
animada, y no sé… me ha dicho cosas…
- -¿Qué cosas?
- -Le hace mucha ilusión que la llames cada noche,
y hoy se ha puesto loca cuando le has traido la flor…
- -¿Crees que piensa que soy una idiota?
- -Sí, creo que sí. Pero también creo que te quiere
por encima de todas esas cosas.
- -¿Sí, tu crees?
- -Yo creo que sí… Oye, ¿y Bianca que te ha dicho?
- -Pues que me quiere, y que no quiere perderme…
Pienso que es injusto que me haga elegir entre ellas dos, pero la entiendo…
- -Bueno, debo irme. Llámame si necesitas algo.
- -De acuerdo, gracias.
- -Chao.
Me sentía mucho mejor al hablar con Valentín. Estaba más
tranquila, pero seguía pensando en todo… ¿Bianca o Ariadna? Era imposible.
Intentaba saber lo que mi corazón me decía, pero no me decía
nada. Realmente estaba en medio de las dos, a igual distancia, a un paso de
cada una. Pero si daba un paso hacia una de ellas, la otra se quedaba a dos
pasos: a una eternidad.