Primera parte





Me despido


¡Hola! Bueno, ante todo espero que os haya gustado mi novela. Después agradeceros el apoyo a todos lo que la habéis seguido desde el principio, porque sin vosotros no hubiera estado motivada como lo he estado.
Yo quería explicaros unas cosas, porque debéis saber que esta novela no la he escrito por aburrimiento, sino para intentar comprender algunas cosas que me han pasado, ya que esta es una historia basada en vivencias mías. No del todo, pero sí muchas cosas las he vivido yo en el papel de Celeste. Quería deciros que siempre he querido romper esquemas, ya que no todas las novelas de amor tienen que ser de hombre y mujer, y que sepáis que el amor entre mujeres también existe, y que es muy real. También he querido marcaros, ya que en cada línea que habéis leído hay un trocito de mí.
Pensaréis el por qué he escrito en el papel de Ariadna en vez de el de Celeste, si yo viví las cosas como Celeste, por así decirlo. Pues bueno, simplemente he querido intentar ponerme en el lugar de esa persona, para intentar comprender cosas. 
Deciros también, que hagáis en cada momento lo que el corazón os diga, que no os guiéis nunca por lo que pueda estar o no aceptado, sino por lo que a tí te haga feliz, y sabrás que eso es lo que está bien. 
Con estas cosas yo os quiero decir que para vosotros será una novela más, pero a mí quizá me ha servido para crecer como persona, para entender cosas que no había entendido, y sobre todo haberos entretenido durante tantas semanas. Espero que os haya gustado mucho, ¡y espero vuestras críticas!

Capítulo 10


Bueno, ya han pasado dos años de todo eso. He de decir que las cosas han cambiado mucho, y que han pasado muchas cosas. Pero como siempre, empecemos desde el principio.
Cuando vine a Estados Unidos, Celeste y yo nos pasábamos horas colgadas al teléfono. Nos contábamos todas las cosas que nos había pasado ese día, de principio a fin  y con todos los detalles. Fui a Madrid unas cinco veces en todo ese verano, y cuando empezaron las clases  ella y yo empezamos a hablar menos. Ahora hablábamos una vez cada dos días, y ambas notábamos como eso ya no era como antes. Ella me explicaba que me echaba mucho de menos,  y que aun teniendo la oportunidad de estar con otras chicas, prefería esperar a que pudiéramos estar juntas. Yo le dije que esta vez si había encajado mejor, que había hecho muchos amigos y amigas pero que nada se acercaba a Madrid. Los echaba muchísimo de menos a ella y a Valentín, con quien hablaba una vez a la semana, con suerte.
De ahí en adelante mi relación con Celeste fue en descenso. Cada vez hablábamos menos y menos tiempo. Pero yo notaba que ella seguía ahí, por su voz y por su forma de hablarme.
Un día, me fui de clase para despejarme. Y me senté en un banco de un parque del centro. Estando leyendo, levanté la vista un segundo. Y la vi. Era Helena, mi primera novia, la del colegio. No podía creerlo. Ella se me quedó mirando, y yo a ella también. Ambas nos acercamos, y estuvimos hablando.
-          -No me lo puedo creer. ¿Qué haces aquí? – me preguntó.
-          -Pues es una historia muy larga. ¿Y tú?
-          -Conseguí una beca, y estoy estudiando Filología inglesa aquí.
-          -Ah, que bien.
-          -Sí, oye, y ¿cómo te va?
-          -Pues muy bien, no puedo quejarme. ¿Qué tal tú?
-          -Bien. Bastante bien.
-          -¿Y con quién vives?
-          -Pues vivo con mi novia…
-          -Ah, bien. Me alegro por ti.
-          -Sí, bueno… Hace mucho tiempo de eso, pero dejé de hablar contigo por eso. No sabía cómo explicártelo y …
-          -No te preocupes, eso ya está olvidado.
-          -Bueno, te dejo mi móvil aquí, ¿vale? Me gustaría seguir hablando contigo.
-         - Claro, a mí también. Adiós
Ahora nos llevamos bien, nos hemos hecho grandes amigas. Hablamos casi todos los días, y ella me anima a que no deje de llamar a Celeste ni de hablar con ella, porque merece la pena.
Ahora yo estoy cerca de cumplir los dieciocho, y estoy pensando en irme a Madrid de sorpresa, irme para quedarme,para estar con Celeste. Mis padres me han apoyado e incluso dicen que me podrían pagar un piso. Casi todo está decidido, sólo falta esperar. 

viernes, 1 de junio de 2012


Capítulo 9 - El principio del fin.


Desde que le presenté a mis padres, ella siempre ha tenido una relación muy especial con ellos. Desde el principio tenían mucha confianza, y siempre hemos pasado buenos momentos juntos.
Un día, yo notaba algo extraña a mi madre, como decaída. Cuando estaba en la cocina desayunando, me acerqué y le dije:
-          -Mamá, ¿estás bien?
-          -Sí, ¿por qué?
-          -No sé, estás rara.
-          -No.. no te preocupes.
Le hice caso. Supuse que ese era un día en el que el Sol brilla más en otra parte. Estuve todo el día con Celeste, como siempre,y al llegar a casa, mis padres estaban en el salón.
-          -Ariadna, hija, entra, tenemos que hablar.
No me gustó nada la forma de decirme eso. Los notaba tristes y algo nerviosos. Me senté y dije.
-          -¿Pasa algo?
-          -A ver… Ariadna… Llevamos ya un año aquí, y comprendemos que has hecho amistades nuevas, e incluso tienes una nueva vida ya montada.
-          -Mamá, papá… ¿qué pasa?
-          -Tenemos que irnos.
Esas palabras se me clavaron en el corazón como puñales. No podía estar pasando. Celeste, ¿qué pasaría con ella?
-          -No podemos irnos, no ahora. Es imposible. Pero, ¿por qué?
-          -Hemos hecho un intercambio con tus tíos, y ellos se vienen aquí y nosotros a Estados Unidos.
-          -¿¡ A Estados Unidos!? ¿Y por qué no habéis rechazado?
-          -Porque allí no tendremos que viajar nada. Y porque será nuestro hogar definitivo para siempre.
-          -No podéis separarme ahora de esto, no podéis. Es injusto.
-          -Lo siento hija. Nos vamos el miércoles.
Para el miércoles sólo faltaban dos días. No podía irme y dejar a Celeste aquí. Yo había construido algo con ella que creía que era irrompible. Y ahora, ¿cómo se lo decía? ¿cómo le decía que yo había puesto patas arriba su vida para marcharme? No podía decírselo.
Me llamó por la noche, como todos los días.
-          -¡Hola cariño!
-          -Hola.
-          -¿Qué te pasa?
-          -¿A mí? Nada.
-          -Con sólo escuchar tu voz lo sé. Venga va, ¿qué te pasa?
-          -Nada, una pelea con mis padres. Pero no es nada. Tengo sueño. ¿Hablamos mañana?
-          Como quieras, descansa.
Por la mañana no quería levantarme. Sabía que cada minuto que pasaba me alejaba de todo esto, y no podía. Todo me pesaba muchísimo, pero lo que más era despedirme de Celeste y de Valentín. No podría soportar despedirme de ella. Cuando llegué a clase, le dije.
-          -Valentín, tengo algo que decirte.
-          -¿Qué te pasa?
-          -Me voy.
-          -¿Estás enferma?
-          -No, que me voy de Madrid.
-          -¿¡ Que te vas ¡?
-          -Shhhh, no grites. No lo sabe Celeste.
-          -Pero no puedes irte, Ari. Eres mi única amiga.
-          -Y tú mi único amigo, pero no hay nada que hacer, me voy mañana.
-          -Pero… mañana… pero eso es muy pronto Ari.
-          -Lo sé, pero es imposible, Valen. No puedo quedarme de ninguna manera, lo he intentado todo.
-          -Pero, Ari… ¿te vas a olvidar de mí?
-          -Claro que no, tonto. Cada día me voy a acordar de ti y de todos nuestros momentos. Voy a irme con --Celeste, voy a decírselo.
-          -Mucha suerte.
Nos abrazamos. Yo cogí a Celeste del brazo y me la llevé a un parque cercano. Nos sentamos en un banco, y ella me preguntó:
-          -Ari, ¿qué pasa? Me estás asustando.
-          -Celeste… tengo algo que decirte…
-          -¿Qué pasa?
-          -Me voy.
-          -¿Qué te vas? ¿Adonde?
-          -A Estados Unidos.
-          -No.
-          -Sí..
-          -¿Cuándo?
-          -Mañana.
-          -¡Mañana! ¿Qué dices? No puedes irte. No. No. ¿Qué voy a hacer sin ti? No puedes irte. Quédate, nos buscamos un piso, y yo me pongo a trabajar, y..
-          -Tranquila, tranquilízate. – la interrumpí.
-          -Pero no puedes irte. Me voy contigo.
-          -Es imposible. Eres menor de edad y no puedes irte aún. Y yo tengo que irme por lo mismo. He estado buscando alguna solución pero no hay. Me voy y no hay otra.
-          -Pero… ¿qué voy a hacer sin ti?
-          -¿Y yo sin ti?
-          -Cariño, tú eres mi vida.
-          -Y tú eres la mía. Pero voy a volver, cada mes voy a venir y voy a estar contigo. Y voy a llamarte cada día para que no te olvides de mí.
-          Pero no quiero estar sin ti, no podría.
-          -Claro que puedes. Dentro de nada ya cumplimos la mayoría de edad. Y podré venir a vivir aquí, contigo. No te preocupes, sólo necesitamos paciencia.
-          -Pero joder Ariadna, que yo contigo he vivido lo mejor de mi vida, y no puedes irte porque no podría sobrevivir sin ti.
-          -Claro, tienes a Álex, y a Roberto, y a Valentín también. No te preocupes.
Yo tenía que darle fuerzas a ella. Tenía que transmitirle que todo iría bien, que no podría olvidarme de ella ni un solo segundo. Se echó a llorar, y no paraba. Creo que hasta le dio ansiedad. Logré tranquilizarla, y volvimos a clase.
Ese día estuvimos juntas cada segundo. Ella se empeñaba en decir que no podría estar sin mí, pero yo necesitaba que mis últimos momentos allí fuesen buenos, verla reir, y verla bien. A la noche llegué muy tarde, y me dispuse a hacer la maleta. Otra vez tenía que encerrar mi vida en una maleta para intentar empezarla en otro sitio. Metí toda mi ropa, y alguna de Celeste. Metí todos sus regalos, nuestras fotos, y me llevé su perfume. No pude evitarlo, una lágrima recorrió mi mejilla. No podía evitarlo, me mataba ver mi cuarto vacío de nuevo, toda mi vida de un año metida en cajas de cartón.
Esa noche no dormí nada, estuve toda la noche en la ventana mirando las estrellas. Era casi verano, y el cielo estaba claro y estrellado. Por la mañana, desayunamos, y quedé en el aeropuerto con Celeste y con Valentín para despedirme.
Primero fue Valentín:
-          -Bueno, Ariadna, que sabes que desde que llegaste aquí has sido alguien especial para mí, que no voy a poder olvidarte peliazul.
-          -Jo, Valen, yo tampoco te podré olvidar. Porque nunca voy a encontrar a ningún amigo como tú, que me haya comprendido tanto desde el primer momento.
-          -Que ya sabes que tienes mi número, y que si no te quieren allí me llamas y yo te saco un billete para volver, ¿vale?
-          -Sí, lo sé. Lo mismo te digo.
-          -Cuídate, te quiero.
-          -Yo también.
Luego Celeste. Estábamos llorando las dos.
-          -Todavía no sé que voy a hacer sin ti.
-          -Yo tampoco. Se me hace imposible pensar que mañana me voy a despertar y tú no vas a estar aquí.
-          -Si me echas de menos, tócate el corazón, yo soy el segundo ‘pum’, ¿vale?
-          -Claro que sí, pequeña. No te preocupes. Te voy a llamar cada día, y vendré cada mes. Lo prometo.
-          -Lo sé. Y bueno… quiero agradecerte que me hayas enseñado cómo soy. Y que voy a estar contigo para siempre. Que me has enseñado lo que es amar de verdad, Ari.
-          -Sí, yo también quería agradecerte que me hayas hecho pasar los mejores cinco meses de mi vida. Pero que seguimos contando meses, que no voy a poder sacarte de aquí – dije tocándome el corazón.
-          -Te quiero mucho, ¿vale? No lo olvides.
-          -No lo olvidaré. Te quiero.
Cogí mi maleta, y me metí dentro. Desde el avión podía ver todo Madrid. Yo no podía creérmelo. Hace dos días mi vida iba tan bien… y de repente todo se tuerce. Celeste ya no estaba a mi lado, y yo tenía que aprender a vivir con ella de otra manera, tenía que aprender a echarla de menos sin que eso me superara, y lo veía tan imposible… No podía creer que había dejado a la otra mitad de mi corazón ahí, entre tanta gente. Sólo deseaba que ella fuera feliz, que me recordara pero sin que sufriera, y que no me olvidara, ni a mí ni a los momentos que pasamos.

viernes, 25 de mayo de 2012


Capítulo 8 - Infinito.


Después de aquello todo fue mejor. Yo iba cogiendo más y más confianza con Celeste, y cada día iba conociendo más cosas de ella. Se creó algo entre nosotras que yo no había tenido con nadie, como si fuera una burbuja, y lo de fuera casi ni existía.
A los dos meses de estar saliendo, su amiga Cristina se mostraba cada vez más distante con ella, casi ni la llamaba para salir ni para contarse sus cosas, y Celeste se preocupaba.
-          -Noto a Cristina muy rara conmigo últimamente – me dijo.
-          -¿Por qué dices eso?
-          Pues no me llama para nada, ni siquiera para dar una vuelta. Llevo unos días sin saber nada de ella.
-          Sí, en clase también la he notado más distante. Habla con ella, quizá esté molesta por algo.
Celeste me hizo caso, y hablaron en un recreo.
-          -Oye, Cristina, ¿te pasa algo? Te noto rara conmigo.
-          -No, no me pasa nada, tengo que irme, adiós.
-          -Oye, espera. ¿Vas a decírmelo? Somos amigas desde primaria y sé que me ocultas algo. ¿He hecho algo que te ha molestado?
-          -Mira, Celeste, desde que estás con esa chica todo es diferente. La gente habla mucho de ti e incluso de mí, y a mí me molesta.
-          -¿Qué? ¿Desde cuándo te ha importado la gente Cristina?
-          -Pues desde que tú no estás conmigo.
-          -Yo nunca he dejado de estar contigo, no seas injusta. Siempre te he llamado cada semana para quedar y siempre ponías excusas. O simplemente llamaba para hablar y me decían que no estabas, pero sí estabas.
-          -Mira, Celeste, no me parece bien que estés con esa chica. Tú nunca has sido así y yo.. no sé, siento qe ya no eres la Celeste que yo conocía.
-          -Soy la misma, no puedes hacerme esto por estar con Ari.
-          -Yo no estoy haciendo nada. Te estás separando de tus padres, y a Raúl le hiciste mucho daño.
-          -Cristina, no me lo puedo creer. ¿Desde cuándo mis padres han estado unidos a mí? Y dime cuántas veces me ha hecho daño Raúl. Además, eres mi amiga, ¿no? ¿Por qué no piensas en mí y en que es mi manera de ser feliz anteponiéndolo a cualquier cosa?
-          -Porque no yo quiero una amiga así.
-          -Pues ya está, no la tienes.
Y ahí acabo su relación con Cristina. También he de decir que lo pasó mal, pero yo le ayudé a entender que si alguien no la aceptaba tal y como era, tal vez no era necesaria en su vida. Y noté como ella se apoyaba en mí, se dejaba ayudar, y eso me gustaba. Cambió de amigos, empezamos a juntarnos con gente más afines a nosotras, donde estábamos muy a gusto. Al poco tiempo de todo eso, Celeste tuvo una pelea con sus padres, que se enteraron de lo nuestro.
-          -Celeste, tenemos que hablar contigo – dijo su madre.
-          -¿Qué pasa?
-          -Vamos a llevarte a un psicólogo.
-          -¿Qué?
-          -Nos han dicho que andas saliendo con una chica.
-          -Sí. ¿Y?
-          -¿No te das cuenta? Eso está mal, Celeste. Te está engañando. Esa gente es mala.
-          -Mamá, papá, no necesito ir a ningún sitio. Soy mayor para saber lo que quiero, y lo que quiero es ser así, porque me he dado cuenta de que soy así. Os guste o no.
-          -No puedes hablarnos así, mañana tenemos cita.
-          -No pienso ir.
-         - Claro que piensas ir, jovencita. Esto que estás haciendo nos dejará muy mal delante de toda la ciudad.
-        -  Pues vale, allá vosotros con vuestro ‘qué dirán’. No pienso ir.
Ella pasó esa noche en mi casa. Al día siguiente sus padres la estuvieron buscando, y yo le aconsejé que fuera a casa. Desde ese día la relación con sus padres es más inexistente. Viene a mi casa a dormir casi todos los días, y sus padres no quieren saber nada de ella. Sufrió mucho con ese tema, porque sus padres no querían ni mirarla, pero tenía el apoyo de toda mi familia, y creo que le ayudó bastante.
Después de eso ya no hubo más peleas ni enfados. Sólo estábamos ella y yo. Pasábamos juntas veinticuatro horas al día, estudiábamos, comíamos, paseábamos y cenábamos juntas cada día. Yo mejoré mucho mis estudios. Y ella se dio un cambio de look. Ahora ella tiene el pelo corto, rubio con mechas negras. Sus ojos verdes como siempre y un pintalabios rojo que le resalta bastante. Empezó a vestir con ropa muy ancha, casi dos tallas más grandes que la suya. Ahora ella se sentía muy a gusto con ella misma, pues había descubierto quien era verdaderamente.
Cada día pasaba algo nuevo y diferente. Nos escribíamos cartas que nos dejábamos en las taquillas. Y hasta nos hicimos un tatuaje. Yo me tatué una C muy grande en la nuca, y ella una A cerca del ombligo. Sabíamos que podíamos estar  así toda la vida. Tanto ella como yo descubrimos una felicidad que antes era como imposible, se podía decir que encontramos a esa ‘media naranja’ que todos buscan. 

viernes, 18 de mayo de 2012


Capítulo 7 - Los imposibles existen.


Pasaron varios días, y yo no tenía noticias nuevas de Celeste. Sólo sabía que algo no iba bien por su forma de mirarme. Una mañana, Valentín vino muy inquieto.
-          .¡Ariadna, Ari!
-          .¿Qué es? ¿Qué pasa?
-          .Celeste… Celeste ha cortado con su novio.
-          .¿Qué? ¿Cuándo?
-          .Hace ya dos semanas.
Me quedé muda. ¿Por qué? En mi cabeza sólo escuchaba esas dos palabras: ¿por qué? En todo el día no vi a Celeste, y en el recreo ella me llamó.
-          .Ariadna, ¿puedes venir al parque del centro?
-          .¿Ahora? Estas loca.
-          .Te estoy esperando.
-          .Vale, vale voy. Esperate diez minutos.
Me fui sin pensármelo dos veces. Llegué corriendo, exhausta, y allí estaba ella.
-          .Espero que sea importante.
-          .He dejado a Raúl.
-          .Pero… ¿pero por qué?
-          .Porque he estado pensando, pensando mucho. Y quizá tengas razón, quizá me gusten las chicas y quizá me gustes mucho tú.
-          .No puedo creérmelo.
-          .Bueno, querías sinceridad, ¿no? Aquí la tienes.
-          .¿Pero estás segura de todo lo que me estás diciendo, o mañana cambiarás de opinión?
-          .No… Llevo unos días intentando hablar contigo, pensando en qué decirte… Creo que deberías saberlo antes que nadie.
-          .Ya, bueno… me alegro de que te hayas aclarado.
Me besó. Me tumbó en el césped, y estuvimos besándonos mucho rato.
-          -Ariadna, yo te quiero.
Yo me paralicé. De repente todo mi interior se había parado, incluido mi corazón. Todos los momentos que pasé con ella me pasaron rápidamente por la mente, a modo de fotografías. No podía creérmelo, lo que yo creía imposible estaba pasando, era real.
-          -Yo también te quiero.
Estuvimos todo ese día juntas. Paseando. Era realmente increíble. Ella estaba al final de mi brazo, agarrando mi mano, con fuerza pero suave. No podía parar de mirarla, de escucharla y de olerla. Sabía que era muy especial. Al anochecer, la acompañé a casa.
-         - Bueno, mañana nos vemos en clase – le dije.
-          -Sí – me sonrió.
-          -¿Puedo cogerte de la mano allí o debemos llevarlo en secreto? 
-          -Me gustaría que por ahora no lo supiera nadie, hasta que no se lo cuente a mis amigos.
-          -Vale, me parece bien. Descansa, ¿vale?
Nos besamos. Después yo me fui a casa. Llamé a Valentín.
-          -No te lo vas a creer.
-          -¿Ari?
-          -Estoy saliendo con Celeste
-          -¿¡Qué!?
-          -Sí, por eso me he ido de clase. Me ha llamado ella y me ha contado que ha dejado a su novio porque sentía algo por mí. No puedo creérmelo Valentín, creí que era imposible.
-          -Pues me alegro un montón, en serio.
-          -Esque es increíble, ¿sabes? Su forma de decirme las cosas ha sido lo que más me ha tranquilizado, porque ella estaba bien, esta tranquila.
-          -Qué bien, Ari, me alegro mucho por ti, te lo mereces.
Amaneció, y yo estaba como loca por ir a clase. Volver a verla, abrazarla… Cuando llegué, ella estaba en la puerta, esperándome.
-          -Buenos días
-          -Buenos días, Celeste, ¿qué tal la noche?
-          -Muy bien. Hoy voy a hablar con Cristina, se lo voy a contar todo.
-          -Me alegra mucho que hayas aceptado tus sentimientos y que quieras ir a por todas con esto.
-          -Bueno, nadie me ha hecho sentir lo que tú nunca, así que debe ser especial. Y yo debo darlo todo igual que tú.
-          -No lo dudes.
En el recreo yo me fui con Valentín, y vi a Celeste con Cristina. Vi como su cara de asombro iba en aumento a cada momento que pasaba, al principio noté que no se lo creía, pero luego vi que se dieron un abrazo. Me tranquilicé, me hubiera sentido muy mal si se hubieran enfadado por lo nuestro. Luego se acercó a mí.
-          -Ya se lo he dicho.
-          ¿Y qué tal?
-          -Bien, se lo ha tomado bien. Dice que lo primero que quiere es que yo sea feliz, le da igual con quién.
-          -Vaya, me alegro un montón, en serio.
Me plantó un beso. Y de repente todas las miradas estaban puestas en nosotras. No podía creer que hubiera hecho eso, que hubiera dejado de lado todos los comentarios que se podían decir de ella por mí. Me hacía sentir especial.
Por la tarde fui a su casa, y me enseñó su habitación. Fuimos a un parque, y nos tumbamos en el césped.
-          -Soy muy feliz, Ari.
-          -Yo también lo soy, y me alegro de que te hayas dado cuenta de todo.
-          -Sí, porque en realidad yo antes no era feliz del todo, Raúl no me llenaba lo suficiente, y bueno… todo era peor.
-          -Sí, bueno, supongo que cuan…
Alguien se acercó a Celeste y le tocó el brazo.
-          -¿Eres lesbiana?
-          -¿Raúl? ¿Qué haces tú aquí?
-          -¿Me has dejado por una chica? Estás de broma.
-          -Oye, Raúl, yo no tengo por qué darte explicaciones, te dije que no estaba a agusto y que no quería seguir contigo, y ya está.
-          -Me estás diciendo que una mujer es mejor que yo, ¿no?
-          -No, te estoy diciendo que yo soy feliz así y punto.
-          -Oye, chaval, perdona pero nos estás molestando. Si no te importa estábamos mejor sin ti. – le dije yo.
-          -Tú eres la culpable de todo, Celeste me mentía diciéndome que iba a casa de Cristina cuando en realidad iba contigo, y tu la confundiste y ahora está contigo.
-          -¿Perdona? Mira, si Celeste te mentía era porque estaba mejor contigo que conmigo, y nadie tiene culpa de eso. Si yo le aporto cosas que tú no podías no puedes culpar a nadie, es así y ya está.
-          -Celeste está contigo porque no sabe lo que quiere.
-         - Mira Raúl, vete. No quiero saber nada de ti, piérdete. Te dije que lo nuestro había acabado. Busca a otra chica que te quiera, y déjame ya en paz, ¿vale? – Dijo Celeste, enfadada.
-         - Como quieras, pero te vas a arrpentir de haberme hecho esto.
Se fue. Estaba muy enfadado, hubo un momento en el que creí que iba a perder los papeles e iba a pegarnos.  Me daba miedo esa clase de chicos, era controlador y frío, y manipulador.
-          -Perdona, es que le cuesta asimilarlo.
-          -No pasa nada. Si te molesta dímelo, ¿vale?
-          -Sí, tranquila.
-          -Has actuado muy bien, muy traquila y segura de lo que decías.
-          -No le tengo miedo, ni a él ni a lo que siento.
Estuvimos hablando todo el día, hasta que anocheció, la llevé a casa, y luego me fui a la mía. Llamé a Valentín:
-          -No te vas a creer lo que ha pasado – le dije.
-          -¿Qué?
-          -El ex de Celeste vino cuando estábamos en el parque.
-          -¿Sí? ¿Y qué pasó?
-          -Celeste le dijo que estaba conmigo y que si no lo aceptaba allá él. He pasado miedo en realidad porque creía que iba a enfadarse y a pegarle a todo.
-          -Sí, dicen que es algo violento.
-          -Qué susto.
-          -Bueno, y con Celeste bien, ¿no?
-          -Sí, muy bien. Es muy dulce. Me encanta
-          -Me alegro mucho. En el instituto dicen que sois la pareja del año, que sois muy monas y que ojalá duréis mucho.
-          -¿Sí? Yo pensé que dirían que dabamos asco o algo.
-          -Qué va, yo también pensaba eso pero nos equivocábamos.
-         - Pues mejor. Bueno, voy a la cama, es tarde. Buenas noches  Valen.
-        - Adiós Ari, descansa.

sábado, 12 de mayo de 2012


Capítulo 6 - Sinceridad


Me levanté muy temprano, me duché y desayuné. Quería salir antes a dar un paseo a despejarme, con todo este lío me había olvidado de Valentín. Esa noche estuve pensando que quizá lo mejor sería contárselo todo, no se merecía más que yo le mintiera, pues yo no pensaba esconderme más. Llegué a clase, y ahí estaba él. Las horas no pasaban, eran interminables, y yo no quería ver más a Celeste, me afectaba mucho su presencia allí. En el recreo estuve hablando con Valentín, y le dije que tenía algo que decirle muy importante, y quedamos por la tarde.
Celeste no me dirigió la palabra en todo el día, ni un simple ‘hola’.  Estaba enfadada, ¿qué había hecho yo para que no me dirigiera la palabra? No lo entendía. Fui a casa, y por la tarde fui al café con Valentín.
-          -Hey, Ariadna.
-          -Hola, Valen.
-          -¿Quieres un donut?
-          -Sí, por favor.
Me compró un donut de chocolate, sabía perfectamente cuál me gustaba. Se sentó en frente de mí.
-          -A ver, ¿Qué es eso que tienes que contarme? Estoy muy intrigado.
-          -Es un asunto muy serio, Valentín. No puedes decirle nada a nadie.
-          -Te lo prometo.
-          -A ver… pues desde que yo llegué aquí ha habido una chica que me ha gustado, y yo…
-          -¿En serio? ¿Y por qué no me lo has dicho? ¿La conozco? ¿Quién es?
-          -Jopé, déjame acabar. Pues eso, que desde que llegué me gustó. Al principio era un simple tonteo, pero poco a poco se ha convertido en algo más… extraño. Antes de ayer la besé, y ella me ha dicho que yo le gusto.
-          -¡Hala! ¿Has sacado del armario a alguien de aquí?  Te mereces un aplauso, sí señor.
-          -Sí, bueno… El caso es que no sé si te gustaría saber quién es.
-          -¿Cómo?
-          -Pues… pues que es Celeste.
No respondió. Se quedó boquiabierto mirándome, hasta que le dije.
-          -¿Estás bien?
-          -¿En serio? ¿Celeste? Es una broma.
-          -Ojalá… Esque no quería ocultártelo más, porque tú eres mi mejor amigo y…
-          ¿Cómo que tu mejor amigo? ¿Crees que puedes hacerme esto? ¿Cuántas mentiras me has contado a cambio de un par de besos? Además, sabías que me gustaba. Yo creía que eras de otra manera…
-          -Pero.. pero yo…
Se fue. Me dejó sola en medio de la gente. Me sentía realmente mal. Con lo que me había costado decírselo, y ahora había perdido a mi único amigo. Fui a casa, llorando, no podía contenerme más, ella era la culpable de todo. Ella y sus estúpidos ojos azules que sólo me decían mentiras, ella y su estúpido pelo rubio. Llamé a mi madre.
-          -¿Mamá?
-          -Ari, hija, ¿qué te pasa? ¿estás llorando?
-         - Me encuentro mal.
-        -  A ver, cuéntame.
-         - Pues desde que llegué me gusta una chica de aquí, y es la misma que le gusta a mi mejor amigo… Entonces ella y yo nos besamos, y yo se lo he contado todo a mi amigo porque no quería mentirle más y se ha enfadado conmigo.
-          -Pues sí que pasan cosas desde que no estoy, ¿no? A ver, no te preocupes. Habla mañana tranquilamente con él y explicale todo lo que sientes, y pídele disculpas por mentirle… En cuanto a ella…
-          -No, de ella no quiero saber nada. Se ha portado mal conmigo.
-          -Bueno, cariño. Intentaré llegar mañana temprano a casa y estar contigo. Descansa, ¿vale?
Colgué. ¿Qué iba a decirle yo a Valentín? Al menos le pediría disculpas por las mentiras, y si no quería seguir siendo mi amigo lo entendería. Llegué a casa, comí algo y me puse a ver la televisión. Sólo había películas de amor, de esas en las que todos los finales son felices y todos acaban comiendo perdices, y entonces me daba cuenta de cómo acabó mi historia, y de que lo único que comía era un sándwich de queso.
Al día siguiente, justo cuando entré a clase, Valentín se acercó a mí, y me dijo que quería hablar conmigo en el recreo, yo asentí. Vi a Celeste, estaba triste, yo se lo notaba. La saludé pero no obtuve respuesta, así que no quise preguntarle qué le pasaba en todo el día.
En el recreo esperaba a Valentín en el mismo banco de siempre, y él llegó rápidamente.
-          -Bueno, Ariadna, yo quería hablar contigo.
-          -Y yo también.
-          -A ver, empieza tú.
-          -Bien… pues yo quería decirte que lo que hice no lo hice con mala intención, que fue para no hacerte daño. Quiero que sepas que estoy muy arrepentida de habértelo ocultado, y que me des otra oportunidad, no soy una mala amiga.
-          -No te preocupes, estuve pensando, y llegué a la conclusión de que nuestra amistad no debe irse al garete por una chica. Si a ti te hace feliz a mí también, y no te preocupes por mí, estoy bien. Celeste no era nada importante para mí más que una simple amiga, no me costará buscar a otra.
-         - Uff.. no sabes lo tranquila que estoy ahora.
Nos dimos un abrazo, y vi cómo Celeste nos miró, pero al ver que yo la miré apartó la mirada.
-          -Bueno, cuéntame, ¿qué te dice Celeste?
-          -Al parecer quiere seguir con su novio y mentirse antes de aceptar que le gustan las chicas.
-          -A lo mejor está confundida.
-          -Sí, pero entonces no me habría empotrado contra la pared del baño el otro día.
-          -¡Qué dices! ¿En serio?
-          -Sí. Yo creo que se miente porque no quiere aceptarlo, porque aquí está mal visto y eso no entra en lo políticamente correcto. Todo son apariencias y ella debe aparentar ser feliz con alguien que no la valora.
-          -Vaya… quizá tengas razón. Por eso ella me preguntaba tantas cosas de tí.
-          -¿Sí? Bueno, en cualquier caso ha decidido pasar de mí.
-          -Qué mal…
-          -Ya, bueno… Algún día se dará cuenta de todo, ¿no?
-         - Sí, supongo que sí.
Volvimos a clase, y yo notaba como la mirada de Celeste se perdía cada vez que yo la pillaba mirándome. ¿Qué le pasaba conmigo? ¿A qué venían tantas miradas? 

viernes, 4 de mayo de 2012


Capítulo 5 - La batalla de los sentimientos.


Me levanté con una sensación extraña. No sabía si no quería ver a Celeste o si me moría por verla. Llegué a clase, y allí estaba, con Cristina. Le dije hola y ella me saludó. Valentín y yo estuvimos hablando en clase.
-          ¿Sabes? Van diciendo que Celeste tiene problemas con su novio. Quizá ahora es mi momento para ligar con ella.
-        -  ¿Quién dice eso? – le pregunté.
-         - No sé, la gente. ¿Crees que es buena idea que quede con ella para ver qué pasa?
-          -No digas bobadas, Celeste está muy bien con su novio.
-          -¿Y tú cómo lo sabes?
-          -Pues porque lo sé, si no estaría triste y estaría mal, pero mírala, está contenta. Serán rumores nada más.
-          -Bueno, no pierdo nada quedando con ella, ¿no?
-          -Haz lo que quieras.
En el recreo, fui al baño. No había nadie. Al abrir la puerta, estaba ella.
-          -¡Uh! Perdón.
-          -Podrías llamar antes de entrar, ¿no? – dijo ella saliendo del baño.
-          -Lo siento, es que no escuché nada y …
Me metió en la baño. Empezó a besarme. Yo estaba entre ella y la pared. Ella me cogía con fuerza de los brazos, y yo me dejé llevar. Estuvimos un buen rato besándonos, hasta que me separé de ella unos centímetros y le dije.
-        -  ¿Vas a seguir mintiéndome?
-         - ¿Qué?
-          -¿Vas a decirme que yo no te gusto? Si no, ¿a qué ha venido todo esto?
-          -Mira Ari, yo no sé lo que siento. Sólo sé que cuando estás a mi lado todo es un poquito mejor, y cuando te beso siento algo por dentro que no había sentido nunca.
-          -Te gusto, Celeste.
-          -Sí, quizá sí.  Pero yo no puedo hacer esto, está mal.
-          -¿Por qué está mal?
-          -Porque yo tengo novio.
-          -Ah sí, un novio que pasa de ti, es cierto.
-          -Mira, Ariadna, vale que no sea muy bueno, pero me quiere de verdad y yo a él también.
-          -Ya, claro. Y yo, ¿qué?
-          -¿Qué pasa contigo?
-          -¿Cómo que qué pasa? Que ayer me dijiste que era una tontería, y hoy coges y me besas de nuevo, pero tú quieres  a tu novio, ¿no? ¿Te das cuenta de la contradicción? Mira, yo creo que sí que te gusto yo, más de lo que te gusta tu novio, pero que no quieres aceptarlo porque eso no está bien según la gente como tú. Pero yo no tengo la culpa, yo sí acepto cómo soy, y yo sí acepto que me gustas mucho, muchísimo. Así que si no te importa aclárate un poco antes de hacerme daño.
Me marché dando un portazo. Estaba muy enfadada, cogí mi mochila y me fui a casa, diciéndole a todos que estaba enferma. No aguantaba a esa gente, no aguantaba que no aceptara nada, que se contradijera tanto, y no aguantaba que jugara conmigo de esa manera. Me pasé el día en mi habitación encerrada, llorando. No lloraba por el daño que me hacía, sino de la impotencia de no poder cambiar nada, de que hubiera empezado así, y de que hubiera terminado así. Lo que no sabía es que todo acababa de empezar en ese momento…
-          -¿Ariadna? – Se escuchaba al otro lado del teléfono.
-          -¿Qué quieres?
-          -Quiero hablar contigo.
-          -¿Para decirme que ha sido una tontería y que quieres a tu novio? ¿O para decirme que no te gusto?
-          -No seas así conmigo, por favor. Yo ahora siento muchas cosas a la vez, siento que me gustas pero a la vez no quiero que me gustes. Es algo extraño, pero quiero que sepas que yo no quiero hacerte daño.
-          -Es un poco tarde, ¿no?
-          -Siento mucho lo de hoy, ¿podrás perdonarme?
-          -Lo dudo. Pero da igual, no tengo ganas de hablar contigo. Hablamos mañana.
Le colgué. No podía más, era inaguantable. Me pasé la tarde leyendo un libro de terror, para despejarme. Luego decidí ir al parque. Ya allí, me tumbé en el césped, y miraba el cielo azul, con todas sus nubes y sus pajaritos. No pude evitarlo, se me saltaron las lágrimas. Ella se había convertido en un punto de mi vida en el que después de él ya nada sería lo mismo, estaba segura. Ella me había gustado desde el primer momento, y nunca me dio un solo aviso de que podía salir mal, todo lo contrario. Yo notaba sus miradas en mi piel, y había sentido sus labios en mis labios, y sabía perfectamente que no era una tontería. Pero ahora no sabía qué hacer, no sabía si pasar de ella o seguir en su vida, no sabía si estaba dispuesta a que me siguiera haciendo daño, o seguir a su lado para que se diera cuenta de las cosas. No sabía nada. Se hizo de noche y yo volví a casa, y ella estaba en la puerta.
-          -¿Qué haces aquí?
-          Estoy esperándote.
-          -¿Para qué? Te dije que no quería hablar contigo.
-          -Pues porque… no lo sé. Porque yo sí quiero hablar contigo.
-          -Ya, pero es que yo no. Y ya has hecho bastante lo que has querido.
-          -No seas así. ¿Quieres hablar conmigo?
-          -Va, entra, pero muy poco, estoy cansada.
Entramos y fuimos al salón, nos sentamos en un sofá pequeño, de color azul oscuro, y ella empezó diciendo:
-          -Bueno, voy a serte sincera. Desde el primer día que te ví he sentido algo raro, no sabía lo que era, por lo que yo seguí como si nada. Pero cada vez que quedábamos, o que simplemente hablábamos en clase, esa cosa rara aumentaba. Cada día iba a más, y yo seguía sin saber qué era. Yo seguía con Raúl y la cosa va bien, pero desde que nos besamos ya no sé si siento lo mismo por él. Creo que me gustas, y que quizá la realidad no se aleja mucho de lo que tú me dices, quizá tengo miedo a que me gustes.
-          -Bueno, me alegro de que hayas sido sincera conmigo. Puedes irte ya, si quieres.
-         - ¿No vas a decirme nada?
-        -  ¿Qué quieres que te diga? ¿Que me gustas muchísimo y que nadie ha logrado hacerme sentir lo que tú? No creo que sirva para nada, tu seguirás en tu mundo correcto, con tu novio. Así que, como creo que vas a seguir con él en vez de enfrentarte a tus sentimientos, prefiero que dejemos de hablar por un tiempo.
-          -Ari.. Ari no. No me hagas esto. Es muy difícil y yo no quiero hacerle daño a él.
-          -¿Estás bromeando? ¿Cuántas veces te lo ha hecho él a ti?
-          -Pero esto es muy fuerte, además, yo tengo que asimilarlo.
-          -Para cuando lo asimiles yo ya me he mudado tres veces. Dime una cosa, Celeste, ¿cuando me besas no sientes que es algo especial?
-         - Pues… pues sí, pero…
-        -  Pero nada, eso debería bastarte para dejarlo todo atrás. Porque pongo la mano en el fuego por que con él no tienes la misma sensación.
No respondió. Se me quedó mirando perpleja, quizá pensando en alguna respuesta.
-          -Con tu silencio me basta, ¿nos vemos mañana?
-          -Sí, vale.
La acompañé hasta la puerta, y la vi cómo sus ojos querían quedarse al lado de los míos, y que yo le dijera algo que a sus oídos les agradasen. Pero no podía, no podía derrumbarme y decirle que esperaría el tiempo que hiciera falta, porque no sabía de cuánto tiempo disponía. Supuse que ella seguiría con su vida y que yo tendría que seguir con la mía, y que no seríamos nada más que amigas. Esa noche no pude dormir, estaba inquieta y nerviosa, y no sabía por qué.





viernes, 27 de abril de 2012


Capítulo 4 - Laberinto de emociones.


El domingo no hicimos nada especial, fuimos a casa de mis abuelos, a una hora de Madrid, y estuvimos todo el día allí. Me gustaba mucho ese lugar. Era un campo enorme, lleno de flores de todos los colores y árboles altos. Yo solía tumbarme en la sombra de algún árbol a leer un libro, pero ese día prefería mirar a las nubes. Me recordaban a Celeste, por la transparencia del cielo y por la pureza de su color. Volvimos a casa en cuanto anocheció, y ya en casa mis padres y yo estuvimos hablando:
-Bueno,hija, cuéntame algo sobre este colegio. ¿Te gusta? – me preguntó mi padre
- Sí, la gente de aquí me trata muy bien, y cada vez estoy más a gusto.
-          -Me alegro mucho. Pasado mañana iré a Italia, tengo una reunión muy importante allí.
-          -¿Italia? ¿No hace mucho que no vas allí?
-          Sí, unos tres años. Pero la empresa está mirando de hacer alguna tienda por allí, y quieren que yo sea quien cierre el trato.
-          -¿Pero nos vamos a ir de nuevo allí?
-          -No, en absoluto. Vendré el jueves temprano.
-          -Guay.
Me fui a la cama, y  el lunes me levanté muy temprano, desayuné y  luego me preparé y fui a casa de Valentín.
-          -¿Valentín?
-          -Ari, ¿qué haces aquí?
-          -Pues que hoy he salido más pronto y he venido a por tí.
-          -Ah, bien. ¿Qué tal ayer?
-          -Bien, bien. Muy bien. ¿Qué hiciste tú?
-          -Vino Celeste a mi casa ayer, estuvimos charlando y tal. Estuvo casi toda la tarde en mi casa.
-          -Mola.
Fuimos caminando a clase. Al llegar, estaba Celeste con Cristina, me dio los buenos días y luego entramos a clase. La veía extraña, como si le pasara algo, no se rió en todas las clases, y en el recreo me acerqué a ella.
-          Celeste.
-          -Ah, hola Ariadna. ¿Qué tal?
-          -Yo bien, ¿qué tal tú? Te he notado rara en clase
-          -Sí, bueno… son cosas personales…
-          -¿Puedo ayudarte en algo?
-          -No, no gracias.
Me fui con Valentín, y estuvimos comentando la película del sábado. Luego, a la salida, Celeste se me acercó de repente, yo no me lo esperaba.
-          -Hola, Ari. Oye, una pregunta, ¿podemos vernos esta tarde?
-          -Mmm, sí, creo que sí, ¿por?
-          -Necesito hablar, de lo que me pasa. Cristina no puede saberlo, y tú siempre das buenos consejos.
-          -Eh.. eh.. – no sabía qué decir, estaba realmente paralizada – Sí, sí, ¿vienes a casa?
-          -Sí, vale. Luego nos vemos.
-          -Vale, hasta luego.
No podía creérmelo, ¿por qué me había elegido a mí? ¿Y qué era eso que le pasaba? Estaba intrigada, muy intrigada. Llegué a casa, me dispuse a comer y ella llegó al rato. Eran las cuatro, era muy pronto.
-          -¿Llego demasiado temprano? – me dijo ella.
-          -No, no. Pasa.
-          -Gracias.
Subimos a mi habitación, estábamos sentadas en el suelo.
-          -Bueno, a ver, cuéntame.
-          -Pues… Es que mis padres casi nunca están en casa, y cuando están es como si yo no existiera. Sólo existo cuando tienen que regañarme por no haber sacado más de un ocho, y a veces eso me duele, porque yo me esfuerzo mucho en sacar buenas notas, pero..
-          -Entiendo, a mí me pasa igual, sólo que nunca me regañan, porque saben que estudio. Sólo tienes que hablar con ellos y decirles que necesitas su apoyo para sacar buenas notas, y que a veces te sientes sola y necesitas su cariño.
-          -Sí, intentaré hablar con ellos… Pero esque también Raúl, mi novio, pues que se aleja de mí. No nos vemos entre semana, y cuando llega el finde a veces me dice que no podemos quedar y tal… Y cuando lo llamo no me lo coge muchas veces, y se me junta todo, y de verdad que hay días que no puedo sostener una sonrisa.
-          -Ya… bueno, son tíos. Son todos así, muchas palabras y pocos hechos. Y una vez que te tienen pues es como si no te pudieras ir nunca, y te tratan como quieren, y tú, como lo quieres, aguantas.
-          -Vaya, no sabía que entendías de chicos.
-          -Bueno, que no haya estado con ninguno no significa que no los entienda.
-          -Sí, supongo que sí.
-          -Oye, ¿y por qué no puedes contárselo a Cristina?
-          -Porque ella no me entiende. Como le caen tan bien mis padres, siempre los defiende y eso no me ayuda. Y lo de Raúl, pues bueno, igual, siempre me acaba diciendo que pienso cosas extrañas y que no llevo razón.
-          -Vaya… No sabía que ella era así.
-          -Es buena amiga, siempre está ahí para ayudarme y apoyarme, y yo lo valoro, pero quizá no me sepa dar los consejos que tú me das.
-          -Bueno, me alegro de que encuentres en mí a una amiga. ¿Quieres merendar?
-          -Sí, vale.
Bajé a la cocina. Todo lo que me había contado me había desvelado cosas de ella que yo no sabía, y ahora me gustaba más. Compartíamos muchísimas cosas y pensamientos. Ella me entendía y yo la entendía a ella. Cogí unas galletas y subí arriba.
-          -Aquí tienes.
-          -Mmm, que ricas, que buena pinta.
La besé. Sí, tenía que hacerlo, no podía más. Fue un beso largo y tierno, apasionado. Ella se quedó paralizada un momento, y luego me besó ella a mí.  Eso sí que no me lo esperaba, luego ella se despegó de mí.
-          -Mmm, tengo que irme.
-          ¿Irte? ¿No deberíamos hablar?
-          -No, no deberíamos de haber hecho esto, Ariadna. A mí no me gustan las chicas.
-          -¿Estás segura?
Cogió su mochila y se fue. Pasó todo muy rápido. De repente me encontraba yo sola en medio de mi habitación. Miré por la ventana, y empecé a pensar en todo. Si yo no le gustaba, ¿por qué me había besado? ¿Y luego por qué se fue? No alcanzaba a entender todas sus miradas. Pero lo peor de todo, es que no sabía si ella querría seguir siendo igual conmigo. Pasaron las seis, las siete, las ocho… y yo la llamé:
-          -Hola.
-          -Hola, Ari.
-          -¿Estás bien?
-          -Sí, ¿por qué no iba a estarlo?
-          -No sé. Oye, yo creo que debríamos hablar de lo de esta tarde.
-          -Pues yo creo que no hay nada que hablar. Ha sido un momento en el que yo estaba mal, pero no volverá a suceder Ariadna, a mí no me gustan las chicas, no me gustas tú y además tengo novio.
-          -Celeste, ¿tienes miedo?
-          -¿Miedo? ¿A qué iba a tenerle miedo?
-          -A que te gusten las chicas, a que te guste yo, y a que tu novio no te importe tanto.
-          -¿Por qué iba a tenerle miedo?
-          -He visto tus miradas, he sentido tus besos, y eso no me lo ha hecho sentir ninguna chica. Celeste, no es nada malo que te guste, ¿sabes?
-          -Pero es que no me gusta.
-          -¿Me vas a decir que no sientes algo dentro de ti cada vez que me ves?
-          -Ariadna, no quiero hablar de esto. Ha sido una tontería y no va a volver a suceder.
-          Al menos seguirás siendo mi amiga, ¿no?
-          -Sí, supongo. Hasta mañana.
Estaba segura de que yo le gustaba, estaba segura de que no era una tontería y de que yo no sentía mucho más que ella. Estaba segura por su forma de besarme, y su manera de mirarme de arriba a abajo. Yo quería que ella supiera que no es nada malo querer a una mujer, que puedo hacerla igual o más feliz que un hombre. Pero ella estaba metida en el mundo de lo políticamente correcto, en que lo que se ve mal, está mal. Podía llegar a entenderlo, pero no tenía que mentirse ella misma, ni mentirme a mí. Estaba enfadada y fui a la cama sin cenar.

viernes, 20 de abril de 2012


Capítulo 3 - Por una razón.


Me desperté a las diez y media, desayuné, me duché y al rato llegó Valentín:
-         - ¡Hola Ari!
-          -Hey, ¿dónde me vas a llevar?
-          -Es una sorpresa, sube a la moto.
Subí. Tardamos poco más de 15 minutos en llegar a un restaurante japonés. Entramos y pedimos una mesa, luego ojeé el menú y pedimos diferentes tipos de sushi.
-          -¿Qué peli vamos a ver? – me preguntó
-          -Pues había pensado en una que estrenaron ayer, se titula ‘Soy parte de tu destino’.
-          -Umm.. suena bien, ¿de qué va?
-          -Ya la verás, está muy bien.
Después de comer fuimos a un parque, y estuvimos hablando sobre nuestra infancia:
-          -¿Tú dónde naciste? – me preguntó.
-          -Pues aquí, en Madrid, pero con dos años nos mudamos a Italia.
-          -Wow, me gusta mucho Italia.
-          -Es muy bonita.  Y tú, ¿dónde naciste?
-          -Pues nací en Barcelona, pero hace unos cinco años que vivo aquí.
-          -Umm..
-          -Oye, ¿y cuál es la ciudad que más te gusta de las que has vivido?
-          -Londres. Allí fue donde me di cuenta de mi orientación sexual.
-          -¿Cómo fue?
-          -Pues yo tenía unos doce años, y en el colegio yo tenía una amiga, y eramos inseparables. Yo sentía algo raro, pero no sabía lo que era, hasta que un día me besó, y me di cuenta de que lo que me gustaban eran las chicas.
-          -Es muy interesante, ¿y luego qué pasó?
-          -Pues me mudé, cómo no.
-          -¿Y seguís teniendo contacto?
-          -Es muy difícil con tanta distancia, pero al principio hablábamos por teléfono casi todos los días. -Hasta que un día ella no volvió a cogerme el teléfono, y ya nunca más he sabido de ella.
-        -  Jolín, ¿y qué crees que pasó?
-         - Pues que se cansaría de la distancia, o que conocería a otra persona y no quiso decírmelo… No sé. ---De todas maneras eso ocurrió hace mucho tiempo.
-        -  Sí, bueno…
Después decidimos ir a comprar las entradas. Era un cine pequeño, pero había mucha gente. Entramos y nos dirigimos a la taquilla, de repente, la ví. Sí, era Celeste, y no iba sola. Iba al lado de un chico, era alto y moreno, supuse que era su novio. Se me paró el corazón.
-          Valentín, ¿esa no es Celeste?
-          ¡Anda, es verdad, es ella! ¿Nos acercamos?
-          -Sí… va.. vale.
Valentín le tocó el hombro, ella se giró. Tardó un poco en reaccionar:
-          -¡Anda, hola!
-          -Hola – dijo Valentín
-          -Hey – dije yo.
-          -¿Qué hacéis aquí?
-          -Pues vamos a ver una película, ¿ y vosotros? – respondió Valentín.
-          -Igual. ¿Venís solos?
-          -Sí.
No paraba de mirarme, de arriba abajo, una y otra vez. Sus ojos me decían algo pero yo no sabía qué era. Su mirada me helaba, era como si mientras sus ojos estuvieran puestos en mí yo no pudiera hacer otra cosa que temblar.
-          -Bueno, nos vamos. ¡Adiós! – Celeste se despidió.
-          -Adiós – Dijo Valentín
-          -Hasta luego  - Dije yo.
Se dio la vuelta. Vi como acercó sus labios a la oreja del chico para susurrarle algo. Los vi alejarse  cogidos de la mano. De repente Valentín me tocó el brazo:
-          -Ya va a empezar la película, ¿entramos?
-          -Sí, claro.
Entramos a la sala. Nos había tocado unos asientos del final. Se apagaron las luces, y yo no podía dejar de pensar en la mirada de Celeste recorriendo mi cuerpo, ¿en qué pensaría? Me comían las dudas, sinceramente ella me gustaba mucho. Había algo de ella que me atraía hasta tal límite que no había otra cosa en mi mente mas que ella.
Acabó la película; trataba sobre una chica y un chico que se conocieron por casualidad, y aunque no se llevaban muy bien la vida los llevaba por el mismo camino, y siempre que se separaban volvían a juntarse, y después se sinceraron y vivieron enamorados toda la vida. Lo que es una película de amor. Valentín insistió en invitarme a cenar, pero me fui a casa. Eran las nueve, era pronto. Entré en mi habitación y me acordé de la chaqueta de Celeste.  Al cambiarla de sitio, y se calló un papel del bolsillo. Era su número de teléfono. ¿Qué hacía eso ahí? Tras un rato pensando, decidí llamarla:
-          -¿Sí?
-          -¿Celeste? Soy Ariadna.
-          -¿Ariadna? ¡Hola! ¿Qué tal?
-          -Bien, bien. Oye, que el otro día te dejaste tu chaqueta en mi casa.
-          -Ahh, sí, es cierto.
-          -He pensado que todavía es temprano, y si quieres podemos quedar un rato y así te la llevo.
-         - Ah, sí, vale. ¿Quedamos en media hora en el café?
-        -  Allí estaré.
No podía ser verdad. Había quedado con ella. Mi cabeza estaba llena de preguntas: ¿Por qué  estaba un papel con su teléfono en el bolsillo de su chaqueta? ¿Lo había puesto ella ahí?
Llegué, y aún ella no estaba allí. Me senté en una silla y esperé. Al poco rato, llegó:
-          -¡Hola!
-          -Hey, hola.
-          -Gracias por molestarte en buscar mi teléfono para dármela.
-          -Tu número lo he encontrado en un papel que se calló del bolsillo.
-          -¡Ups! Es verdad, esque es un número nuevo y nunca me acuerdo, y lo apunté en un papel para dárselo a Cristina.
-          -Ahh.. vale.
-          -Y bueno, ¿qué tal la película?
-          -Pues.. bien. Me ha gustado mucho.
-          -¿Y con Valentín qué tal?
-          -¿Con Valen? Bien, como siempre, ¿por qué?
-          -¿No estais juntos?
-          -¿Valentín y yo? Oh no, no. ¿Por qué dices eso?
-          -Siempre estais juntos. No sé, creí que saliais.
-          -No, sólo somos amigos.
-          -Ahh.. bien.. – noté algo extraño en su mirada. - ¿Y te gusta alguien?
-          -Sí. Bueno, no. No, nadie.
-          -Puedes decírmelo, no diré nada.
-          -No me gusta nadie, tranquila. ¿Quieres algo? Invito yo.
-          -Pues… un batido de vainilla, por favor.
-          -Vale, ahora vuelvo, un segundo.
La veía desde el mostrador. Estaba mirando a todas partes, como si no quisiera que la vieran ahí. Cuando me atendieron llevé las cosas a la mesa.
-          -Hummm, que rico – dijo mientras le daba un sorbo. 
-          -Pues sí, las cosas de aquí están muy ricas.
-          -Ya, ja ja ja.
-          -Y bueno, ¿qué película viste tú en el cine?
-          -Soy parte de tu destino.
-          -Anda, igual que yo.
-          -¿Sí? Es muy bonita.
-          -Ya. A mí siempre me han gustado las películas que tratan sobre el destino.
-          -¿Crees en eso?
-          -Sí, creo que las cosas suceden por alguna razón.
-          -Así que tú y yo nos conocimos por alguna razón.
Me paralicé. ¿En serio ella me estaba diciendo eso? No podía creerlo. De repente sentí la necesidad de decirle todo lo que sentía, pero no, no podía.
Estuvimos hablando un buen rato sobre series de televisión favoritas, hobbies y las cosas que nos interesaban. Cada vez me gustaba más, por su forma de hablar, por lo que decía, su dulcura...
-          -Jo, Ari, es super tarde, tengo que irme ya.
-          -Sí, yo también debería irme.
-          -El lunes nos vemos, ¿vale?
-          -Sí, vale. Buenas noches.
Se fue. Era realmente increíble lo que me hacía sentir, perdía la noción del tiempo. Eran las once, y fui a casa caminando, mirando las estrellas. ‘Todo sucede por alguna razón…’ Entré en casa y fui a la cama. De repente mi madre entró:
-          -Hola, hija.
-          -Mamá, ¿qué haces aquí? Creí que llegarías mañana.
-          -Adelanté el vuelo, quería dormir en casa esta noche.
-          -Umm.. ¿qué tal el trabajo?
-          -Bien, he hecho un par de tratos que harán mucho bien a la empresa.
-          -No nos volveremos a mudar, ¿no?
-          -Por ahora no. Creo que este será nuestro hogar durante más tiempo.
-          -¿En serio? – saqué la sonrisa más grande que tenía.
-          -Sí, pero sabes que nada es seguro…
-          -Mamá, no quiero cambiar más de casa, de ciudad ni de amigos. Estoy muy a gusto aquí.
-          -¿Tienes muchos amigos? Ya llevamos tres meses aquí.
-          -Sí. Bueno, no. Bueno, un buen amigo, los demás son compañeros de clase, pero cada vez me tratan mejor, me siento a gusto aquí.
-          -Me alegro, hija. Descansa, que mañana iremos a visitar a los abuelos.
-         - Vale, buenas noches mamá.
Me besó en la frente. Mi madre, aunque no vivía conmigo, era la mejor. Siempre estaba dispuesta a dejar a todos los empresarios colgados con tal de ayudarme. Aunque a veces creo que se sentía mal por todos mis cambios, pero yo la quería igual, no era culpa suya. Miré al techo, y poco a poco fui quedándome dormida.

viernes, 13 de abril de 2012


Capítulo 2 - Centímetros.


No pasaba el tiempo. ¿De verdad todavía eran las cuatro? No sabía qué hacer; todo mi pensamiento era ella, el momento en el que llegara, el saludo, matemáticas..
 No sabía cómo podía haber llegado a ese extremo, ella era una de esas chicas que lo hacen todo bien, la típica niña buena, la que vive por y para su pelo y siempre metida en lo políticamente correcto. Ella era una de esas niñas que yo detestaba.
Las cuatro y media, todavía quedaba una hora. Decidí ponerme a leer, y al poco tiempo, sonó mi móvil:
-          -¿Sí?
-          -Ari, soy Valentín, ¿qué tal estás?
-          -Oh.. Valentín.. Yo, pues bien. ¿Qué tal tú?
-          -Bien. Oye había pensado en pasarme por tu casa, no tenemos ningún examen que estudiar y yo tengo un regalo para ti.
-          -¿Un regalo? ¿Qué es?
-          -Es una sorpresa, venga, en veinte minutos estoy en tu casa.
-          -¡No.. espera!
Había colgado. ¿Qué iba a hacer yo ahora? Valentín se molestaría por no haberle pedido a él que me ayudara, y me preguntaría por qué Celeste…  De repente, el timbre. Abrí la puerta, y mi corazón se paró por un segundo, era Celeste:
-          -¡Hey, hola! Llego un poco pronto, ¿molesto? -
-          -No, no.. para nada. Em.. pasa, por fa.
-          -¿Estamos solas?
-          -Sí, mis padres trabajan todo el día.
-          -Ah.. bien. ¿Dónde nos ponemos?
-        -  En… en mi habitación, o si te apetece en el salón, pues en el salón, o en la cocina, o en..
-         - En tu habitación estará bien. Te noto algo nerviosa, ¿estás bien?
-          -No.. digo sí, sí. No te preocupes. Subamos.
Yo iba detrás de ella. Su olor a coco, su pelo, su voz… Nos sentamos, y tras un rato de charla sobre ecuaciones a la cual no atendía ( sólo miraba su forma de mover los labios, sus ojos, su pelo, sus manos… ) sonó el timbre. Y de repente me acordé: Valentín.
-        -  Oh.. lo siento. No tardo, ¿vale?
Salí disparada, abrí la puerta, y ahí estaba él.
-         - ¡Hola! He tardado un poco más en llegar pero..
-          -Oye, Valentín, me encuentro un poco mal. Estoy mareada, ¿te importaría dejarlo para otro momento? – se me quedó mirando,  su expresión no decía nada.
-          -Ah.. sí.. vale.. em.. bueno. Pues mejorate.
-          -Lo siento.
-          -No sientas nada, te llamo luego a ver cómo estás, ¿vale?
-          -Sí, vale. Gracias.
Era un cielo. Me sentía muy mal mentirle, una tras otra vez, pero no quería perder su amistad, era la única que tenía.  Al rato volví en mí, Celeste estaba arriba, esperándome. Subí deprisa, y ella colgó su móvil en cuanto entré.
-          -¿Seguimos?  - la noté nerviosa.
-          -Sí, claro. Oye, ¿estás bien?
-          -Sí, ¿por qué?
-          -No… por nada. Oye, que me acabo de acordar que tengo unos pasteles abajo que están muy ricos. -¿Hacemos una pausa? – Asintió.
Ya en la cocina, saqué los pasteles.
-        -  Son mis preferidos. Me pierde el chocolate.
-         -  Sí, están deliciosos. – sonreí – Bueno, ¿y qué tal te va? Ya sabes, en el colegio, encajar, amigos y tal.
-          -¿Encajar, yo? Ja ja ja. Creo que eso no va conmigo. Mi único amigo es Valentín, es un chico muy especial.
-          -¿Por qué no?
-          -Pues mírame, no soy igual que ellos, y eso les choca. Lo diferente parece que es sinónimo de bicho raro.
-          -No digas eso, es que no están acostumbrados a ver pelo azul, pero en el fondo son buenos chicos.
-          -Sí, bueno…  Y .. cuéntame algo de tí, si quieres, claro.
-          -Ummm… bueno, pues yo no tengo muchas cosas interesantes en mi vida.
-          -¿Y eso?
-          -Siempre he vivido aquí, siempre en el mismo colegio, con los mismos amigos… Te envidio un poco en realidad.
-          -¿Bromeas? Yo sí que te envidio. Poder tener un lugar estable para construir tu vida… eso es lo que yo llevo buscando desde pequeña, pero en el momento en el que más a gusto estaba, me volvía a mudar.
-          -Pero tú has conocido a mucha gente, y muchos lugares, muchas costumbres… ¿Pero yo?
-          Tú tienes una vida aquí. Tienes amigos de toda la vida.
-          -Sí, bueno.. ¿Y pareja? ¿Tienes pareja?
-          -Ehh.. no. No he tenido nunca.
-          -¿No? ¿Y eso?
-          -Demasiados cambios, supongo. ¿ Y tú?
-          -Yo, bueno, salgo con un chico desde hace unos seis meses. Es el primer chico con el que he durado más de un mes, ja ja ja.
-          -Umm… me alegro. ¿Seguimos con mates?
-          -Sí, claro.
Y después de un largo rato de explicaciones sobre resolver ecuaciones,  era de noche.
-          -¡Vaya, qué tarde es! Debo irme. ¿Nos vemos el lunes en clase?
-          -Sí, claro. ¿Quieres que te acompañe a casa?
-          -No hace falta, tranquila.
-          -Vale.. pues muchas gracias por todo, Celeste.
-          -De nada, ¡nos vemos!
La vi irse. No podía creerlo, había estado cuatro horas seguidas con ella a solas, cuatro horas que habían pasado como diez minutos. Fui a mi cama, y allí tumbada me imaginé miles de cosas. Me imaginé a Celeste cogiéndome de la mano, a una Celeste tan cerca de mí que los centímetros se quedaban cortos. Eran sueños, estúpidos sueños que se desvanecían cuando pensaba en Celeste cogiéndole la mano  a su novio. Era imposible, realmente imposible.
Cogí el móvil, y llamé a Valentín.
-          -¿Valen?
-          -¡Ariadna! ¿Qué tal estás?
-          -Bien, bueno, mejor.
-          -No te lo vas a creer, me he encontrado a Celeste.
-          -¿A Celeste? ¿Y qué te ha dicho?
-          -Pues  nada, que iba a su casa.
-          -¿Y ya está?
-          -Sí, ¿por?
-          -No, por nada. Oye, ¿te apetece ir mañana al cine? Se estrena una película de esas que nos gustan.
-          -Sí, claro. Me pasaré por ti a las doce y te invito a comer. Además, tengo un regalo, ¿recuerdas?
-          -¡Anda es verdad,  pues hasta mañana!
Colgué; ¿Por qué Celeste no le había dicho que venía de mi casa? No entendía nada. Después de cenar, me dispuse a dormir, cuando de repente me di cuenta de que se había dejado su chaqueta en el escritorio. La cogí, olía a coco. 

sábado, 7 de abril de 2012


Capítulo 1 - Celeste.

Sonó el timbre, y yo tenía clase de lengua. Entré mirando al suelo intentando no escuchar los susurros que escuchaba tras de mí. Me senté en la última fila, al lado de la ventana, y de repente la ví, la vi entrar con aquella falda gris y sus medias azules, con esos ojos que antes se habían fijado en mí por un instante, no me lo podía creer, estaba en mi misma clase. Se sentó en segunda fila, con una chica pelirroja. Entró la profesora, una mujer de unos cincuenta años, se sentó en la silla y dijo:
- Hola, chicos, soy la señorita Gómez, profesora de lengua y tutora de vuestro curso. Ahora vamos a pasar lista y a presentarnos uno a uno. A ver.. el primero.. Antonio.
No me interesaba lo más minimo las palabras que salieran de ninguna boca, sólo quería que llegara a ella, para saber su nombre. Después de un rato, me tocaba a mí.
- A ver.. Ariadna, Ariadna Núñez.
De repente todos los ojos estaban puestos en mí, me levanté y en frente de todos empecé mis discurso:
- Me llamo Ariadna Núñez, soy nueva aquí, vine de Estados Unidos a principios de verano, y bueno, tras instalarme aquí yo.. bueno, que aquí estoy.
Me senté en mi sitio, y justamente detrás de mí, salió ella.
- Ahora, Celeste, Celeste Mercado.
- Hola, chicos, me llamo Celeste, vivo aquí en Madrid, aunque nací en Italia. Tengo 16 años y me gusta la música, toco el piano, y también me gusta mucho la astronomía.
Se llama Celeste. Su voz se quedó grabada en mi mente durante toda la mañana, y a la hora del recreo, yo no tenía con quién irme, por lo que me senté en un banco a leer un libro; de repente, un chico se sentó a mi lado.
- Hola Ariadna, soy Valentín, te he escuchado mientras hablabas en clase, y me has parecido una chica interesante.
- ¿Qué me has escuchado? Creí que sólo servíais para cuchichear.
- Entiendo cómo puedes sentirte, y por eso he venido a conocerte, a mí me pasó igual que tú.
- ¿Qué me pasa a mí?
- Los cuchicheos, que todos se queden mirandote, que te señalen con el dedo... todo eso también lo pasé yo.
- No me importa nada de eso, lo he vivido muchas veces. Luego me conocen y se dan cuenta de que merezco la pena, pero ya es tarde y tengo que volver a cambiar de colegio y de ciudad. 
-  Bueno, aquí tienes a alguien que desde el principio sabe que mereces la pena, ¿quieres dar un paseo?
- No, gracias. Prefiero estar sola.
- Bueno, como quieras, nos vemos luego en clase.
Parecía buen chico. En realidad podía haberme dado un paseo con él, no tenía nada mejor que hacer.
Los días siguientes era mi única compañía en el recreo, y en la mayoría de las clases él siempre se prestaba para que yo no hiciera los trabajos sola. Me sentía bien con él, era con el primer chico con el que yo sentía que podía tener una amistad... Un recreo, él me preguntó:
- Supongo que no habrás tenido muchos novios, por eso de cambiar de ambiente tan a menudo.
- Mmm.. sí, claro..
- ¿No quieres hablar de ese tema?
- No es eso, es otra cosa.
- A ver, dime.
- No, no es nada, da igual.
- Está bien que no nos conocemos de hace mucho, pero creo que me conoces lo suficiente como para hablarlo, ¿no?
- A ver, que no es eso, esque yo..
- ¿Tú qué?
- Pues que yo nunca he tenido novio.
- Ah.. es eso, no pasa nada muj..
- A mí me gustan las chicas.
Se paralizó, de repente estábamos los dos en medio del silencio, sin saber qué hacer.
- ¿Te has enfadado? - le pregunté.
- ¿Enfadarme? No, vaya bobada, sólo que no me lo esperaba.
- Mucha gente me ha dejado de hablar por ese motivo, por eso nunca le digo nada a nadie.
- No te preocupes, yo no soy así. 
Respiré por fin. Era el primer chico que no salía corriendo después de saberlo. Al día siguiente fuimos a dar un paseo por Madrid, me enseñó el centro, los parques, los edificios importantes... me enseñó mucho sobre ese lugar. Me sorprendía todo lo que sabía, todas las historias que me contaba, y todas las cosas que él había vivido. Realmente era un chico diferente, era el primer chico con el que yo había quedado a solas. Fuimos a un lugar donde servían donuts de chocolate, y mientras comíamos le pregunté:
- Bueno, ¿y tú has tenido muchas novias?
- No, bueno.. algunas, pero en realidad no muchas.
- ¿Por qué?
- Bueno... me gusta pensar que no he encontrado a la chica ideal.
- No lo entiendo, sinceramente eres el único amigo que he tenido nunca, el que sabe escucharme y comprenderme y el primero que no ha salido corriendo después de saber mi secreto. Realmente vales la pena, pero las chicas sólo saben juntarse con el más malote, y el que más las hace sufrir. Si a mí me gustaran los chicos, serías una opción.
- ¡Uoo! Me siento halagado, ja ja ja.
- No seas bobo. ¿Te gusta alguien no?
- Sí, bueno... Hay una chica que me gusta desde hace un tiempo. Nuestros padres son amigos, y a veces viene a mi casa... Pero tiene novio.
- ¡Hala! ¿Y quién es?
- No.. no es nadie.
- Venga va, yo te he dicho lo más importante de mí.
- Es... bueno es Celeste.
No me lo podía creer. Me quedé con la boca abierta. Le gustaba la misma chica a la que yo había estado dibujando en clase, a la que miraba sin parar.
- Ah.. bien, es guapa. Bueno, creo que tengo que irme ya, es tarde. Nos vemos en clase.
No le dejé despedirse, cogí mi mochila y me fui. Supe que se quedó mirandome, esperando algún tipo de explicación que le cayera del cielo.
Ya en casa, me tumbé en la cama, y miré al techo. No sabía cómo actuar en clase, cómo actuar con Valentín, no sabía nada. Me dormí. Al día siguiente me derpertó el móvil, lo cogí:
- ¿Ariadna?
- ¿Sí?
- Soy Valentín, ¿estás bien? Ayer te fuiste de repente.
- Ah.. oh.. emm.. Sí, estoy bien, tranquilo. Esque me acordé de que mi madre..
- No tienes que darme explicaciones, sólo quería saber si estabas bien. No has venido a clase.
Miré el reloj, las once y media.
- ¡Oh no! No puede ser, me he quedado dormida. Va, me visto y estoy allí en el recreo, espérame en el banco de siempre, ¿vale?
- Sí, sí, no te preocupes.
Después de colgar, me vestí lo más rápido que supe, cogí el bus. Entré al colegio y allí estaba él, esperandome en el banco de siempre. Me senté a su lado:
- Perdona, esque el despertador no ha sonado.
- No pasa nada.
- No puedo creerlo, nunca he podido dormir hasta tan tarde.
- ¿Estás bien? Ayer me dejaste preocupado.
- Ya te lo he dicho, me acordé de que mi madre me dijo que estuviera pronto en casa.
- Bueno, vale, ¿quieres algo de comer?
- Sí por favor.
Se fue, y justo entonces pasó ella por delante de mí. Su olor a coco era inconfundible, iba con su amiga pelirroja, Cristina. De repente, ella se acercó a mí:
- Hola, oye, eres Ariadna, ¿verdad?
- S.. si.. soy.. soy yo.
- Pues como has faltado a clase de mates, el profesor me dijo que te diera los ejercicios, toma aquí tienes. - me dio unos folios llenos de ecuaciones - los corregimos el miércoles, ¿vale?
Me sonrió, y yo me quedé mirandola como una tonta.
- Ah, sí, sí. Vale, muchas.. muchas gracias.
Luego me arrepentí de haber actuado tan idiotamente. ¿Porqué no le habría pedido su teléfono por si tenía duda? ¿Porqué no le dije que viniera a casa por la tarde para que me los explicara? Realmente me volvía tonta a su lado.
- ¡Hala! ¿Era Celeste? ¿Qué quería, qué te ha dicho?
- Me.. me ha dado los deberes.
- Ah, sí, los de matemáticas, ¿no? Ella se ha presentado voluntaria para dártelos. Pretendía ir a tu casa a la tarde.
- ¿¡Qué!? Digo.. emm.. ah si, bueno, es buena chica.
- Es preciosa, ¿verdad?
- Sí, sí, bueno, no es mi tipo. ¿Vamos a clase?
- Sí, vamos.
No pude atender en la clase de francés, sólo podía mirarla a ella. Su pelo, su olor, su voz.. Pero, ¿cómo podía estar así? Ella era una de esas chicas con las que yo nunca me juntaría, además, tiene novio, ¿cómo iba a gustarle yo? Es imposible. De repente alguien me tocó el hombro.
- Ariadna, Ariadna.
- ¿Sí, qué?
- ¿Dónde estás? - Me dijo la profesora.
- Yo.. em..
- Fuera de clase.
- Pero yo..
- He dicho fuera de clase.
Lo que más me molestaba de eso no era que me sancionara, era que ya no podía mirarla.
Tenía que pensar algo, algo para poder estar con ella. Así que pensé que a la salida le pediría que viniera a casa a que me explicara matemáticas, o francés.. o algo. Lo que fuera. Así que me armé me valor, y a la salida me acerqué a ella:
- ¿Ce.. Celeste?
- Sí, dime - me dijo sonriendo.
- Yo.. emm.. bueno, he ojeado las fichas de mates, y ¿sabes? No me entero de nada. ¿Te importaría venir a casa luego y explicarmelo? Pero que si no puedes, viene Val...
- No, tranquila, yo voy.
- Ah, bien, bien. Ten, mi dirección - le apunté mi calle con un boli de color rojo en la mano. Se quedó mirandome, extrañada.
- ¿A... a las cinco y media?
- Cuando quieras.
- Vale, luego nos vemos.
- A..adiós.

viernes, 6 de abril de 2012


Introducción

Todo empezó el verano de hace tres años. Yo era nueva en la ciudad. Mi familia y yo nos mudamos por cuestiones de trabajo, y yo tenía que volver a empezar de cero: nuevos amigos, nueva casa, nuevas vistas... todo. No es que me disgustase, pero yo quería un lugar estable en el que construir algo que no se derrumbara con otro destino escrito en un billete de avión. Había estado en muchos sitios diferentes, en Londres, en París, en Roma, en Los Ángeles... pero nunca había vivido en el país en el que nací, en España. Tenía curiosidad por saber cómo era la gente de allí y cuáles eran sus costumbres.
Después de instalarnos definitivamente en una casa en el centro de Madrid, empezó el colegio, y yo tenía que enfrentarme otra vez a conocer gente, y he de reconocer que eso no se me da bastante bien. Éramos una clase de 30 niños, aproximadamente, todos bien vestidos. Todos me miraban como si yo fuese algo raro... mis pintas no encajaban con todos ellos; a diferencia de todas las chicas de allí, yo tenía el pelo corto, casi como un chico, tintado de un color parecido al celeste. Con los ojos marrones claros, y una raya negra muy muy gorda bordeandolos, casi parecía un fantasma. Todas las chicas me miraban extraño, y hasta creo que me tenían envidia porque ahora todos los chicos fijaban sus ojos en mí, aunque fuera para reirse. Yo caminaba cabizbaja por el pasillo buscando mi taquilla, cuando de repente la ví. Tenía el pelo largo, muy largo, con un rubio celestial, y me miró, y pude ver sus ojos verdes. Ahí empezó todo.
Me llamo Ariadna, y esta es mi historia.

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