viernes, 14 de diciembre de 2012

Capítulo 8 - Nuestras cuatro paredes.


Esa noche fuimos al piso que Ariadna compró. Era pequeño y acogedor, aunque no tenía casi muebles. Tenía dos habitaciones, en una de ellas había una cama, y en la otra cajas llenas de ropa y algunos objetos que Ariadna trajo de Estados Unidos.
En el salón sólo había un sofá pequeño y medio roto, y una mesa muy baja. En la cocina apenas había un frigorífico con algunos yogures dentro. Un horno y un mueble lleno de platos y vasos.
Esta iba a ser nuestra nueva casa. Me sentía entusiasmada de poder tener aquel espacio sólo para nosotras. Llevar nuestras propias reglas, construir un nuevo mundo apartado de mentiras y rencores. Sabía que era el principio de algo muy grande, de algo indudablemente especial.
Pasamos esa noche allí. Hacía un poco de frío, pero los abrazos de Ariadna me servían de manta. No pude dormir de lo emocionada que estaba. Sentía que todo había salido bien, aunque no paraba de pensar en Bianca y en cómo estaría. Sabía que le había hecho mucho daño, y que quizá jamás me lo perdonaría. Ella había sido alguien muy especial, pero mi corazón mandó. Mi corazón me guió a la inigualable voz de Ariadna, de esa chica de pelo azul que un día se topó conmigo y me hizo hacer cosas inimaginables. Estaba segura de que eso era lo correcto. Estaba completamente segura de que mi vida empezaba esa noche, de que era sólo el principio.
Al día siguiente Ariadna me llevó a una tienda de decoración de interiores. Elegimos muebles para nuestra habitación y para el salón. Compramos una televisión y un microondas… fue una mañana realmente agotadora. Después me llevó a comer a un restaurante, y le dije:
-          -¿De dónde has sacado tanto dinero?
-          -Bueno, ahorré mucho dinero, pero mis padres también me han dado bastante.
-          -Ahh… entiendo.
-          -¿Eres feliz?
-          -Sí, mucho. ¿Y tú?
-          -También.
Ambas sonreímos. Después de dar unas vueltas y seguir comprando cosas para el piso, me dijo que había encontrado un buen trabajo. Estaba bastante cerca de casa, y le pagarían un buen sueldo. Me dijo que yo podría seguir estudiando, tendríamos bastante con lo que ganase ella. No me lo podía creer. De repente, mi vida estaba totalmente construida. Era cierto, su promesa era cierta. Todo lo que creí que era una ilusión, era verdad. Ella había hecho lo imposible por estar aquí conmigo, estaba dispuesta a todo con tal de ser feliz conmigo. De repente me di cuenta de que ella era lo mejor que me había pasado nunca. Que esa era la vida que yo quería vivir.
Pasaron unos cuantos meses. Ella trabajaba, y yo estudiaba. Poco a poco fuimos montando la casa, incluso pintamos las paredes y compramos cuadros. El frigorífico ahora estaba lleno de comida. Era exactamente todo como en un sueño. Era lo que yo había soñado siempre, ella era lo que yo había soñado siempre.
Valentín venía mucho a casa, sobre todo a jugar con Ariadna a la consola. Les encantaba tirarse el domingo entero jugando  a matar zombies. Era espectacular, me enamoré de la rutina con ella. El despertarme y encontrarme el desayuno hecho cada día, que volviese del trabajo y me trajera siempre un pastel de vainilla de esos que me encantan.
Un día, fui a hacer la compra, y me encontré a Bianca.
-          -Hey, Bianca, hola.
-          -¿Ce.. Celeste?
-          -¿Cómo estás?
-          -¿Ahora si te importa? Hace seis meses que no hablo contigo.
-          -¿Sigues enfadada? No sé, no volví a saber de ti y…
-          -Bah, da igual, ¿sabes? Ya no me importa.
-          -No lo parece.
-          -¿Qué quieres decir con eso?
-          -Bianca, tienes diecinueve años. ¿No crees que eres un poco mayor para enfadarte toda la vida conmigo?
-          -No sé tú, pero me enamoré de ti. De repente vuelve tu novia y te vas de rositas con ella como si yo no fuese nada.
-          -Va, ya está. No te pongas así, no lo pretendo. En serio, lo siento de verdad. Será mejor que me vaya… Adiós.
-          -Que te vaya muy bien.
Después de  aquél día ya no volví a saber de ella. Supuse que le afectó demasiado, o quizá es una persona a la que le cuesta superar las cosas. Me sentía bastante mal, porque no creía haberle causado tanto daño, y eso me hacía daño a mí. Al fin y al cabo, yo también me enamoré de ella, ella fue todo para mí, y me importaba.  Pero no podía hacer nada.
Después de eso llegué a casa, y tras hablar con Ariadna, me sentía mucho mejor. Ella me hacia ver un rayo de sol en medio de una tormenta. 

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