Esa noche fuimos al piso que Ariadna compró. Era pequeño y
acogedor, aunque no tenía casi muebles. Tenía dos habitaciones, en una de ellas
había una cama, y en la otra cajas llenas de ropa y algunos objetos que Ariadna
trajo de Estados Unidos.
En el salón sólo había un sofá pequeño y medio roto, y una
mesa muy baja. En la cocina apenas había un frigorífico con algunos yogures
dentro. Un horno y un mueble lleno de platos y vasos.
Esta iba a ser nuestra nueva casa. Me sentía entusiasmada de
poder tener aquel espacio sólo para nosotras. Llevar nuestras propias reglas,
construir un nuevo mundo apartado de mentiras y rencores. Sabía que era el
principio de algo muy grande, de algo indudablemente especial.
Pasamos esa noche allí. Hacía un poco de frío, pero los
abrazos de Ariadna me servían de manta. No pude dormir de lo emocionada que
estaba. Sentía que todo había salido bien, aunque no paraba de pensar en Bianca
y en cómo estaría. Sabía que le había hecho mucho daño, y que quizá jamás me lo
perdonaría. Ella había sido alguien muy especial, pero mi corazón mandó. Mi
corazón me guió a la inigualable voz de Ariadna, de esa chica de pelo azul que
un día se topó conmigo y me hizo hacer cosas inimaginables. Estaba segura de
que eso era lo correcto. Estaba completamente segura de que mi vida empezaba
esa noche, de que era sólo el principio.
Al día siguiente Ariadna me llevó a una tienda de decoración
de interiores. Elegimos muebles para nuestra habitación y para el salón.
Compramos una televisión y un microondas… fue una mañana realmente agotadora.
Después me llevó a comer a un restaurante, y le dije:
- -¿De dónde has sacado tanto dinero?
- -Bueno, ahorré mucho dinero, pero mis padres
también me han dado bastante.
- -Ahh… entiendo.
- -¿Eres feliz?
- -Sí, mucho. ¿Y tú?
- -También.
Ambas sonreímos. Después de dar unas vueltas y seguir
comprando cosas para el piso, me dijo que había encontrado un buen trabajo.
Estaba bastante cerca de casa, y le pagarían un buen sueldo. Me dijo que yo
podría seguir estudiando, tendríamos bastante con lo que ganase ella. No me lo
podía creer. De repente, mi vida estaba totalmente construida. Era cierto, su
promesa era cierta. Todo lo que creí que era una ilusión, era verdad. Ella
había hecho lo imposible por estar aquí conmigo, estaba dispuesta a todo con tal
de ser feliz conmigo. De repente me di cuenta de que ella era lo mejor que me
había pasado nunca. Que esa era la vida que yo quería vivir.
Pasaron unos cuantos meses. Ella trabajaba, y yo estudiaba.
Poco a poco fuimos montando la casa, incluso pintamos las paredes y compramos
cuadros. El frigorífico ahora estaba lleno de comida. Era exactamente todo como
en un sueño. Era lo que yo había soñado siempre, ella era lo que yo había
soñado siempre.
Valentín venía mucho a casa, sobre todo a jugar con Ariadna
a la consola. Les encantaba tirarse el domingo entero jugando a matar zombies. Era espectacular, me enamoré
de la rutina con ella. El despertarme y encontrarme el desayuno hecho cada día,
que volviese del trabajo y me trajera siempre un pastel de vainilla de esos que
me encantan.
Un día, fui a hacer la compra, y me encontré a Bianca.
- -Hey, Bianca, hola.
- -¿Ce.. Celeste?
- -¿Cómo estás?
- -¿Ahora si te importa? Hace seis meses que no
hablo contigo.
- -¿Sigues enfadada? No sé, no volví a saber de ti
y…
- -Bah, da igual, ¿sabes? Ya no me importa.
- -No lo parece.
- -¿Qué quieres decir con eso?
- -Bianca, tienes diecinueve años. ¿No crees que
eres un poco mayor para enfadarte toda la vida conmigo?
- -No sé tú, pero me enamoré de ti. De repente
vuelve tu novia y te vas de rositas con ella como si yo no fuese nada.
- -Va, ya está. No te pongas así, no lo pretendo.
En serio, lo siento de verdad. Será mejor que me vaya… Adiós.
- -Que te vaya muy bien.
Después de aquél día
ya no volví a saber de ella. Supuse que le afectó demasiado, o quizá es una
persona a la que le cuesta superar las cosas. Me sentía bastante mal, porque no
creía haberle causado tanto daño, y eso me hacía daño a mí. Al fin y al cabo,
yo también me enamoré de ella, ella fue todo para mí, y me importaba. Pero no podía hacer nada.
Después de eso llegué a casa, y tras hablar con Ariadna, me
sentía mucho mejor. Ella me hacia ver un rayo de sol en medio de una tormenta.
*__*
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